miércoles, 26 de noviembre de 2008

EL AMOR CURA (Ho’oponopono)



El siguiente texto fue escrito por el Dr.
Joe Vitale. La historia que nos cuenta y
sus reflexiones encierran un desafío y
una bendición: la realidad externa a
nosotros es nuestra propia creación individual y, si
aceptemos plenamente este hecho, podemos
sanarla a través del amor.

La sanación de tu mundo comienza en ti
Hace dos años, escuché hablar de un terapeuta en Hawaii que curó un pabellón
completo de pacientes criminales con serias patologías (locos) sin siquiera ver a
ninguno de ellos. El psicólogo estudiaba la ficha del recluso y luego miraba
dentro de si mismo para ver cómo él (el psicólogo) había creado la enfermedad
de esa persona. En la medida en que él mejoraba, el paciente mejoraba también.
La primera vez que escuché hablar de esta historia, pensé que era una leyenda
urbana. ¿Cómo podía cualquiera curar a otro tratando de curarse a si mismo? Y,
¿cómo podía, aunque fuera un verdadero maestro, con un gran poder de
autocuración, sanar a criminales insanos? No tenía ningún sentido, no era
lógico. De modo que descarté esta historia.

Sin embargo, la escuche nuevamente un año después.
El terapeuta había usado un proceso de sanación
hawaiano llamado “Ho´oponopono”. Nunca había
oído hablar de esta técnica, sin embargo no podía
dejar de pensar en esa historia. Si era totalmente
cierta, yo tenía que saber más.
Siempre había entendido que “total responsabilidad”
significaba que soy el responsable de lo que pienso y
hago. Pero lo que esté mas allá, está fuera de mis
manos. Creo que la mayor parte de la gente piensa lo mismo acerca de la
responsabilidad: somos responsables de lo que hacemos, no de lo que los otros
hacen. Pero eso no es así.

El terapeuta Hawaiano que sanó a esas personas mentalmente enfermas, el Dr.
Ihaleakala Hew Len, me enseñaría una nueva perspectiva acerca de lo que es la
total responsabilidad. Probablemente hayamos hablado una hora en nuestra
primera conversación telefónica. Le pedí que me contara la historia completa de
su trabajo como terapeuta.
Me explicó que había trabajado en el Hospital Estatal de Hawaii durante cuatro
años. El pabellón donde encerraban a los enfermos criminales era peligroso. Por
regla general los psicólogos renunciaban al mes de trabajar allí. La mayor parte
de los miembros del personal se enfermaban al poco tiempo o simplemente
renunciaban. La gente que atravesaba el pabellón caminaba con sus espaldas
contra la pared, temerosos de ser atacados por los pacientes. No era un lugar
placentero para vivir, ni para trabajar ni para visitar.



El Dr. Len me dijo que el nunca vio a los pacientes. Acordó tener una oficina y
estudiar los legajos. Mientras miraba esos legajos, trabajaba sobre si mismo. Y
mientras lo hacía, los pacientes mejoraban.
“Luego de unos pocos meses, a los que debían permanecer encadenados se les
podía permitir que caminaran libremente” me dijo. “A otros, a quienes tenían
que mantener permanentemente medicados, se les podía reducir las dosis. Y
algunos, que no hubieran tenido jamás la posibilidad de ser liberados, fueron
dados de alta”. Yo estaba asombrado. “No solamente eso”, continuó, “sino que el
personal comenzó a disfrutar de su trabajo.”

“El ausentismo y los cambios de personal disminuyeron drásticamente.
Terminamos con más personal del que necesitábamos porque los pacientes eran
liberados, pero todo el personal venía a trabajar. Hoy ese pabellón está cerrado.”
Aquí es, lógicamente, donde le hice la pregunta del millón de dólares: “¿Qué
estuvo haciendo usted consigo mismo que provocó el cambio en esas personas?”
“Simplemente estaba sanando la parte de mí que había creado sus
enfermedades”, dijo él. No entendí. El Dr. Len me explicó que la total
responsabilidad se extiende a todo lo que está presente en tu vida, simplemente
porque está en tu vida. Es tu responsabilidad en un sentido literal. Todo el
mundo es tu creación.

¡Uau! Esto es muy difícil de aceptar. Ser responsable por lo
que yo hago o digo es una cosa. Pero ser responsable por lo
que cualquiera que esté en mi vida haga o diga, es otra muy
distinta. Si asumes completa responsabilidad por tu vida,
entonces todo lo que ves, escuchas, saboreas, tocas o
experimentas, de cualquier forma, es tu responsabilidad.
Esto significa que la actividad terrorista, el presidente de tu
país, la economía o cualquier cosa que experimentas y no te
gusta, están allí para que tu las sanes. No existen, por
decirlo así, excepto como proyecciones que salen de tu
interior. El problema no está ahí afuera, está en ti, y para resolverlo, tú debes
cambiar.

Sé que esto es difícil de aceptar, mucho menos de vivirlo realmente. Echarle a
otro la culpa es mucho más fácil que asumir la total responsabilidad. Pero
mientras hablaba con el Dr. Len, comencé a comprender que esta sanación tan
particular, el Ho’oponopono, significa amarse plenamente a uno mismo.
Si deseas mejorar tu vida, debes sanar tu vida. Si deseas curar a cualquiera, aún
a un criminal mentalmente enfermo, lo haces curándote a tí mismo.
Le pregunté al Dr. Len cómo se curaba a si mismo, qué era lo que hacía
exactamente cuando miraba los legajos de los pacientes.

“Simplemente decía ‘Lo siento’ y ‘Te amo’, una y otra vez” explicó él: “Lo
siento… Te amo.”
“¿Sólo eso?”
“Sólo eso.”
“Resulta que amarte a ti mismo es la mejor forma de mejorarte a ti mismo. Y
mientras te mejoras a ti mismo, mejoras tu mundo.”

Permíteme darte un rápido ejemplo de como funciona esto: en una oportunidad
recibí un e-mail muy agresivo, que me desequilibró. Normalmente hubiera
intentado manejar la situación trabajando sobre mis aspectos emocionales más
negativos o tratando de razonar con la persona que envió el mensaje. Esa vez
decidí probar el método el Dr. Len. Me puse a pronunciar silenciosamente “lo
siento” y “te amo”. No lo decía a nadie en particular. Simplemente estaba
invocando el espíritu del amor para sanar, dentro de mí, lo que estaba creando
esa circunstancia externa.
En el término de una hora recibí otro e-mail de la misma persona. Se disculpaba
por el mensaje anterior. Ten presente que no realicé ninguna acción externa que
provocara la disculpa. Ni siquiera contesté el mensaje. Sin embargo, sólo
diciendo “te amo”, de algún modo sané dentro de mí lo que estaba creando en
él.

Más tarde asistí a un taller de Ho’oponopono dirigido por el Dr. Len, que tiene
ahora 70 años de edad y es un chaman venerable y solitario.
Alabó mi libro, “El Factor Atractivo”. Me dijo que mientras yo me mejore a mí
mismo, la “vibración” de mi libro aumentará y todos lo sentirán cuando lo lean.
En resumen: a medida que yo me mejore, mis lectores mejorarán.
“¿Y qué pasará con los libros que ya he vendido y han salido de mí?” pregunté.
“No han salido realmente”, explicó una vez más soplando
en mi mente su sabiduría mística. “Aún están
dentro de ti”. En resumen: no hay afuera. Me llevaría
un libro entero intentar explicar esta técnica con la
profundidad necesaria, para transmitir algo así como
que cuando desees mejorar cualquier aspecto o situación
en tu vida, hay sólo un lugar donde intentarlo:
dentro de ti. Y cuando mires, hazlo con amor”.

Dr. Joe Vitale
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