domingo, 30 de noviembre de 2008

LA ACEPTACIÓN DEL AHORA



LA IMPERMANENCIA Y LOS CICLOS DE LA VIDA

Hay fases de éxito en que las cosas vienen a ti y se desarrollan, y fases de fracaso en que las cosas se marchitan, se desintegran y tienes que dejarlas ir para que puedan surgir otras nuevas, o para que se produzca la transformació n.
Si, llegado a ese punto, te apegas y te resistes, te estás negando a seguir el flujo de la vida, y eso te hará sufrir. La disolución es necesaria para que se produzca un nuevo crecimiento. Ambos aspectos no pueden existir separadamente.
La fase descendente del ciclo es absolutamente esencial para la realización espiritual. Debes de haber fracasado rotundamente a algún nivel, o haber experimentado una pérdida seria o un dolor, para sentirte atraído por la dimensión espiritual. O quizá el éxito mismo haya perdido significado, quedándose vacío y convirtiéndose en fracaso.

El fracaso reside oculto en cada éxito, y el éxito en cada fracaso. En este mundo, es decir, en el nivel de las formas, todos «fracasamos» antes o después, y todas las realizaciones acaban convirtiéndose en nada. Todas las formas son impermanentes.
Puedes mantenerte activo y disfrutar manifestando y creando nuevas formas y circunstancias, pero ya no te identificarás con ellas. No las necesitas para tener una identidad. Ellas no son tu vida; sólo son tu situación de vida.
El ciclo tiene una duración variable que va de unas pocas horas a varios años. Hay ciclos largos y ciclos breves dentro de los ciclos largos. Muchas enfermedades se generan por luchar contra las fases de baja energía, que son vitales para la regeneración. La acción compulsiva y la tendencia a extraer la propia autoestima y la identidad de factores externos, como el éxito, es una ilusión inevitable mientras te identifiques con la mente.

Esto hace que no puedas aceptar las fases bajas del ciclo, que no las dejes ser. Finalmente, la inteligencia del organismo puede adueñarse de la situación como medida de autoprotecció n y provocar una enfermedad que te obligue a detenerte para que pueda tener lugar la necesaria regeneración.
En cuanto la mente juzga que un estado o situación es «bueno», le toma apego y se identifica con él, tanto si se trata de una relación como de una posesión, un papel social, un lugar o tu cuerpo físico. La identificació n te hace feliz, hace que te sientas bien contigo mismo, y ese estado o situación puede llegar a convertirse en parte de quien eres o de quien crees ser.

Pero nada es duradero en esta dimensión donde la polilla y el orín consumen. La situación acaba, o cambia, o puede producirse un cambio de polaridad: lo que ayer o el año pasado era bueno, súbita o gradualmente se vuelve malo. La misma situación que antes te hacía feliz, ahora te hace desgraciado. La prosperidad de hoy se convierte en el consumismo vacío de mañana. La boda feliz y la luna de miel se convierten en un doloroso divorcio o en una convivencia infeliz.
O también puede ocurrir que desaparezca una situación y su ausencia te haga infeliz. Cuando el estado o situación con el que la mente se ha identificado cambia o desaparece, ésta no puede aceptarlo. Se apegará al estado que ha desaparecido y se resistirá al cambio. Es casi como si nos cortaran un miembro del cuerpo.
Esto significa que tu felicidad y tu infelicidad son, de hecho, la misma cosa. Sólo las separa la ilusión del tiempo.

NO OFRECER RESISTENCIA A LA VIDA es estar en un estado de gracia, tranquilidad y ligereza, un estado que no depende de que las cosas sean de cierta manera, buenas o malas.
Parece paradójico y, sin embargo, cuando desaparece la dependencia interna de la forma, la situación general de tu vida, lo que tiene relación con las formas externas, parece mejorar enormemente. Las cosas, las personas o las situaciones que creías necesitar para ser feliz ahora llegan a ti sin esfuerzo ni lucha por tu parte, y eres libre de disfrutarlas y apreciarlas mientras duren.
Todas esas cosas, evidentemente, seguirán teniendo un final, los ciclos irán y vendrán, pero cuando desaparece la dependencia, desaparece también el miedo a la pérdida. La vida fluye con tranquilidad.

La felicidad derivada de una fuente secundaria nunca es muy profunda. Sólo es un pálido reflejo de la alegría de Ser, de la vibrante paz que encuentras en tu interior cuando entras en el estado de no-resistencia. El Ser te lleva más allá de los opuestos polares de la mente y te libera de la dependencia de la forma. Aunque todo colapsara y se derrumbara a tu alrededor, en lo profundo de tu núcleo interno seguirías sintiéndote en paz. Puede que no te sintieras feliz, pero al menos estarías en paz.


LA NATURALEZA DE LA COMPASIÓN

CUANDO HAS IDO MÁS ALLÁ DE LOS OPUESTOS MENTALES, te vuelves como un profundo lago. La situación externa de tu vida, y lo que ocurra allí, es la superficie del lago. A veces está en calma, otras veces agitada, dependiendo de los ciclos y las estaciones. Sin embargo, en lo profundo, el lago siempre permanece inalterado. Tú eres todo el lago, no sólo la superficie, y estás en contacto con tu propia profundidad, que permanece absolutamente quieta.
No te resistes al cambio aferrándote mentalmente a ninguna situación. Tu paz interna no depende de ello. Habitas en el Ser —inmutable, intemporal, inmortal— y ya no dependes del mundo externo, de las formas eternamente cambiantes, para sentirte feliz o satisfecho. Puedes disfrutar de las formas, jugar con ellas, crear nuevas formas, apreciar la belleza de las cosas..., pero no necesitas apegarte a nada.
Mientras no seas consciente de Ser, la realidad de los demás seres humanos te evitará porque aún no has encontrado la tuya. Tu mente aceptará o rechazará la forma de los demás, que no es sólo su cuerpo; también incluye su mente. La verdadera relación sólo es posible cuando tienes conciencia de Ser.

Viniendo del Ser, percibirás el cuerpo y la mente de la otra persona como si sólo fueran una pantalla detrás de la cual puedes sentir su verdadera realidad, como sientes la tuya. Por eso, cuando tengas que afrontar el sufrimiento de otra persona o su conducta inconsciente, te mantendrás presente y en contacto con el Ser, y serás capaz de mirar más allá de la forma y de sentir el Ser puro y radiante de la otra persona a través del tuyo.

En el nivel del Ser, uno reconoce que todo sufrimiento es ilusorio. El sufrimiento se debe únicamente a la identificació n con la forma. A veces, cuando la persona está preparada, el despertar de la conciencia de Ser produce curaciones milagrosas.
La compasión es la conciencia del vínculo profundo que te une a todas las criaturas. La próxima vez que digas «no tengo nada en común con esa persona», recuerda que sí tienes mucho en común: dentro de unos pocos años —que sean dos o setenta no supone una gran diferencia— ambos os habréis convertido en cadáveres en putrefacción, después en montones de polvo y más adelante en nada en absoluto. Esta toma de conciencia fomenta un sentimiento de cordura y humildad y no deja lugar al orgullo. ¿Es éste un pensamiento negativo? No, es un hecho. ¿Por qué darle la espalda? En este sentido, existe una igualdad total entre tú y todas las demás criaturas.

UNA DE LAS PRÁCTICAS ESPIRITUALES MÁS PODEROSAS es la de meditar profundamente en la mortalidad de las formas físicas, incluida la propia. A esto se le llama «morir antes de morir».
Entra en esta práctica profundamente. Tu forma física se está disolviendo, deja de ser. Después llega un momento en que todas las formas mentales o pensamientos también mueren. Sin embargo, tú, la presencia divina que eres, sigues estando allí. Radiante, plenamente despierto.
Nada real ha muerto jamás; sólo los nombres, las formas y las ilusiones.
En este nivel profundo, la compasión se convierte en sanación en su sentido más amplio. En ese estado, tu influencia sanadora no se basa fundamentalmente en el hacer, sino en el ser. Todas las personas con las que entres en contacto se sentirán tocadas por tu presencia y afectadas por la paz que emanas, seas consciente de ello o no.

Cuando estás plenamente presente y la gente que te rodea muestra una conducta inconsciente, no sientes la necesidad de reaccionar a ella porque no le concedes el carácter de realidad. Tu paz es tan profunda y vasta que cualquier cosa que no sea paz desaparece en su seno como si nunca hubiera existido. Esto rompe el ciclo kármico de acción y reacción.
Los animales, los árboles y las flores sentirán tu paz y responderán a ella. Enseñas mediante tu ser, demostrando la paz de Dios.
Te conviertes en la «luz del mundo», una emanación de conciencia pura, y por tanto eliminas el sufrimiento de raíz. Eliminas la inconsciencia del mundo.

LA SABIDURÍA DE LA RENDICIÓN

La cualidad de tu conciencia en este momento es el principal determinante del tipo de futuro que experimentará s; por tanto, rendirte es la cosa más importante que puedes hacer para provocar un cambio positivo. Cualquier acción que emprendas es secundaria. Ninguna acción verdaderamente positiva puede surgir de un estado de conciencia que no sea de rendición.
Para algunas personas, la rendición puede tener una connotación negativa que implica derrota, renuncia, incapacidad de responder a las pruebas de la vida, letargo, etc. La verdadera rendición, no obstante, es algo totalmente diferente. No significa soportar pasivamente cualquier situación en la que te encuentres sin hacer nada al respecto. Tampoco significa dejar de hacer planes o de iniciar acciones positivas.

LA RENDICIÓN ES UNA SABIDURÍA SIMPLE pero profunda que implica ceder más que oponerse al flujo de la vida. El único lugar donde puedes experimentar el flujo de la vida es el ahora; por tanto, rendirse es aceptar el momento presente incondicionalmente y sin reservas. Es renunciar a la resistencia interna a lo que es.
Resistirse internamente es decir «no» a lo que es mediante el juicio mental y la negatividad emocional. La resistencia suele agudizarse cuando las cosas «van mal», lo que significa que hay una distancia entre las demandas o rígidas expectativas de tu mente y lo que es. En esa brecha anida el dolor.
Si has vivido lo suficiente, sabrás que las cosas «van mal» con bastante frecuencia. Es precisamente en esos momentos cuando tienes que rendirte si quieres eliminar el dolor y el sufrimiento de tu vida. La aceptación de lo que es te libera inmediatamente de tu identificació n mental y vuelve a conectarte con el Ser. La resistencia es la mente.

La rendición es un fenómeno puramente interno, que no implica que en lo externo no puedas emprender acciones para cambiar la situación.
De hecho, para rendirte no tienes que aceptar la situación general, sino sólo el pequeño segmento llamado el ahora. Por ejemplo, si mientras vas conduciendo por el campo te quedas atascado en medio del barro, no dirás: «Vale, me resigno a quedarme atascado.» Resignación no es rendición.

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